Una vez
repostados, nos dirigimos a conocer la ciudad.
Nazareth se
caracteriza por sus recónditas y estrechas calles, propias del urbanismo árabe
que ya podemos apreciar en centros históricos como el de Valencia. También lo es por sus
diseños arquitectónicos referentes al místico mundo de los sentidos, con una
abundante tendencia hacia la decoración epigráfica, los arcos poli-lobulados y
los vanos apuntados o de herradura.
Otro de los focos más representativos es una pequeña capilla que está a cargo de cristianos ortodoxos y que está construida sobre el lugar donde supuestamente tuvo lugar la anunciación del Ángel Gabriel a la Virgen María.
Como he dicho anteriormente, Nazareth pertenece a Cisjordania y podíamos encontrar carteles como éste en alguna que otra fachada de las mezquitas, donde habla de la grandeza de Alá como único Dios y de la equivocación de los cristianos por creer en la Trinidad:
Esta última noche
fue especialmente bonita y emotiva. Según avanzaba la noche nos acercábamos al
domingo de resurrección, momento en el que hubo una gran fiesta en todo
Nazareth. Tanto cristianos como musulmanes, o los pocos judíos que había, aparentaban una convivencia muy pacífica entre sí en la noche más especial para
el calendario cristiano.
Aquí pudimos disfrutar, mientras nos comíamos el mejor
kebab que habíamos probado en nuestras vidas, de procesiones que eran llevadas
por niños con unos uniformes que se daban un aire al de los scouts y que, de
fondo, eran acompañados por fuegos artificiales y diversos cantos de aleluya
esparciéndose por la ciudad. Nazareth respiraba paz, alegría y mucho
misticismo.
Al llegar al hostal, con una gran parte de nazarenos festejándolo, nosotros debíamos seguir planificando nuestro viaje por Tierra Santa, con Jerusalén como próximo destino. Teníamos intención de salir a la mañana siguiente, pero en el momento de chequearlo, la familia del hostal nos informó de que al encontrarnos en Sabbat ni los cristianos ni los judíos trabajaban, por lo que no había autobuses regulares que nos llevaran. Óscar y yo comenzamos a plantearnos seriamente la situación, pues nos veíamos ya atascados en Nazareth otra noche más a cambio de una menos en Jerusalén, y tampoco queríamos repetir lo de Haifa.
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