Tras comentarnos que debíamos desalojar el piso en el que nos encontrábamos de Sydney, mi compañero de piso alemán -Jonatan- y yo decidimos sacarle partido y alquilar un coche por unos días. Hasta ahora habíamos estado trabajando sin parar y, en mi caso, también estudiando, por lo que ésta se convirtió en una oportunidad perfecta para visitar todo lo que hasta el momento ninguno habíamos podido ver de Australia. [Click aquí para conocer la historia de Jonatan]
Ambos debíamos coger un vuelo a los 6 días hacia Filipinas e Indonesia, de modo que si queríamos alcanzar los 12 Apóstoles de Victoria y volver a tiempo, nos esperaban unas 30 horas de conducción a las espaldas.
El primer día tomamos un desvío de 4 horas hacia las Blue Mountains y pudimos contemplar los 3 tonos azules que se crean sobre la inmensidad de sus montañas en el horizonte, rodeadas de un gran verdor otorgado por sus inacabables pinares.
Tras ello, proseguimos nuestra ruta y, después de unas 13 horas conduciendo, acampamos en un parque cercano a la carretera.
Al día siguiente, condujimos 9 horas más y, tras pasar Melbourne y atravesar la famosa y hemosa Great Ocean Road, pudimos llegar justo a tiempo para ver Los 12 Apóstoles en su máximo esplendor: el atardecer. Apenas 30 minutos fueron más que suficientes para guardar aquella imagen que nunca olvidaremos en nuestras retinas. Tantas horas conduciendo y tantas prisas en el último momento por llegar acabaron mereciendo la pena.
Allí dormimos en un Parque Nacional con un paraje únicamente australiano, rodeado de zarzas, tierra color ocre y muchos, muchos canguros. Tanto es así que teníamos miedo de golpear a alguno con el coche, pues encontramos varios muertos por la carretera a causa de los atropellos y el seguro del coche que escogimos no lo cubría.
Aquella noche fue tal la tormenta que nos cayó que acabamos durmiendo en el coche, pues el agua se nos estaba colando en la tienda de campaña y el viento la descolocó por completo.
La siguiente parada fue en el Parque Nacional de Jervis Bay, del cual dicen que posee una de las bahías con la arena más blanca del mundo. Aquí pudimos bañarnos en esta playa de ensueño -la otra cala era territorio de tiburones- y, al mismo tiempo, contemplar más canguros y otros animales que sólo se pueden encontrar en Australia, como el wombat o el possum, que casi nos roba la cena. Además, unos días antes también tuve la "suerte" de encontrarme con una pitón diamante de más de 3 metros en la misma obra donde trabajaba. Desafortunadamente, me quedé con las ganas de ver el koala y el ornitorrinco.
Cabe mencionar que junto a los canguros, medusas y tiburones, en este país las arañas y, especialmente, las serpientes son las reinas. De hecho, de las 25 especies más venenosas que hay en el mundo 21 son de origen australiano.
Estas noches en que dormíamos al aire libre se convirtieron en momentos realmente mágicos gracias al espectáculo de luces y sombras que ofrecían las estrellas en el firmamento; a cual más brillante e inmensa. En el hemisferio sur, las estrellas y las constelaciones no son las mismas, de modo que era imposible encontrar aquellas figuras a las que tan acostumbrado estaba desde pequeño, como la Osa Mayor o la Osa Polar. En su lugar, pudimos descubrir la Cruz del Sur o una luna que, desde el sur de Australia a veces aparecía iluminada de abajo a arriba.
Finalmente, las horas nos dieron para poder llegar a Sydney con tiempo y poder disfrutar de la última parada de nuestra ruta antes de devolver el coche: el Royal National Park, especialmente conocido por unas formaciones rocosas huecas que hay al pie del mar y que crean pequeñas piscinas naturales, una de ellas con forma de ocho. Tras su paso, también tuve la suerte de descubrir una de las playas más encantadoras que hasta ahora he conocido; recóndita y de difícil acceso pero muy bien mantenida por unos pocos australianos que hace menos de 100 años decidieron asentar una comuna en torno a ella.
Allí dormimos en un Parque Nacional con un paraje únicamente australiano, rodeado de zarzas, tierra color ocre y muchos, muchos canguros. Tanto es así que teníamos miedo de golpear a alguno con el coche, pues encontramos varios muertos por la carretera a causa de los atropellos y el seguro del coche que escogimos no lo cubría.
Aquella noche fue tal la tormenta que nos cayó que acabamos durmiendo en el coche, pues el agua se nos estaba colando en la tienda de campaña y el viento la descolocó por completo.
La siguiente parada fue en el Parque Nacional de Jervis Bay, del cual dicen que posee una de las bahías con la arena más blanca del mundo. Aquí pudimos bañarnos en esta playa de ensueño -la otra cala era territorio de tiburones- y, al mismo tiempo, contemplar más canguros y otros animales que sólo se pueden encontrar en Australia, como el wombat o el possum, que casi nos roba la cena. Además, unos días antes también tuve la "suerte" de encontrarme con una pitón diamante de más de 3 metros en la misma obra donde trabajaba. Desafortunadamente, me quedé con las ganas de ver el koala y el ornitorrinco.
Cabe mencionar que junto a los canguros, medusas y tiburones, en este país las arañas y, especialmente, las serpientes son las reinas. De hecho, de las 25 especies más venenosas que hay en el mundo 21 son de origen australiano.
Possum |
Wombat |
Finalmente, las horas nos dieron para poder llegar a Sydney con tiempo y poder disfrutar de la última parada de nuestra ruta antes de devolver el coche: el Royal National Park, especialmente conocido por unas formaciones rocosas huecas que hay al pie del mar y que crean pequeñas piscinas naturales, una de ellas con forma de ocho. Tras su paso, también tuve la suerte de descubrir una de las playas más encantadoras que hasta ahora he conocido; recóndita y de difícil acceso pero muy bien mantenida por unos pocos australianos que hace menos de 100 años decidieron asentar una comuna en torno a ella.
Jo! Que regalazo tío....Una maravilla...Sigue disfrutando...de todo sobre todo de las personas...Un abrazo de Antonieta desde Brasil...
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