jueves, 25 de junio de 2015

MILLAU (MIDI-PYRÉNÉES), FRANCIA. JULIO-AGOSTO 2015

Me encontraba en el último curso de la carrera y sabía que, al acabarlo, tendría toda una vida por delante, llena de metas y deseos por cumplir, como seguir viajando por el mundo, aprender otras lenguas, conocer otras culturas o afrontar nuevos retos y aventuras. Por ello, en lugar de convalidar algunas de las muchas prácticas que ya he ido realizando a lo largo de la carrera, decidí buscar unas últimas ya que, si quería salir al extranjero, de esta manera iba a ser más sencillo que las empresas me aceptasen en su equipo de trabajo, siendo al mismo tiempo más flexibles y permisivas
Tras haber practicado el inglés en Polonia -y sabiendo que en Octubre también lo iba a utilizar en Filipinas-, acabé decantándome por buscar prácticas en Francia y así refrescar lo aprendido el verano de 2013 en Bretaña.
La universidad apenas ofrecía nada fuera de España, de modo que tuve que buscar todo por mi cuenta y, al final, acabó siendo mejor, ya que pude dirigirme hacia un sector en el que aún no había trabajado y del que no se reciben ofertas en la universidad: el TURISMO DE AVENTURAS.
Así pues, tras varios meses enviando mi CV y carta de motivación en francés a cientos de campings y empresas de turismo activo de Francia, acabé siendo aceptado en una empresa del sur del país, llamada Roc et Canyon y situada en la encantadora localidad de Millau, con una población de 25.000 habitantes. Para colmo, las condiciones que me ofrecían de estas prácticas eran mejores que en la mayoría de los casos españoles y, al tener lugar en el extranjero, pude solicitar la beca ErasmusPlus, de la que he acabado siendo beneficiario. En esta ocasión ni dormía en un hotel -como en Lloret de Mar- ni en un apartamento -como en Bretaña- sino que lo hacía en una caravana que me aportó la empresa (mobilehome): situada a 30 metros de mi puesto de trabajo.

El recorrido era de unas 8 horas en coche desde Zaragoza, por lo que ésta se convirtió en una oportunidad perfecta para que mis padres y hermano me acompañasen hasta Millau y así, realizar un viaje en familia que tantos años llevábamos sin hacer.
Comenzamos pasando la noche en la Costa Brava y seguimos el día siguiente hasta Montpellier, que cumple todos los rasgos metropolitanos típicos de una ciudad francesa. Para mayor sorpresa, nos sentimos bastante orgullosos -como buenos aragoneses- de encontrar en esta ciudad tantos vestigios de una ciudad que, en su tiempo, formó parte de la Corona de Aragón. Pero, el problema de Montpellier fue, sin lugar a dudas, desplazarse a través de todas las obras que en ella había y que, en lugar de realizarlas por secciones, estaban esparcidas por toda la villa.
Finalmente, al tercer día llegamos a la esperada Millau, situada a los pies de un hermoso valle, en medio del Parque Nacional de Cévennes y el Parque Natural des Grand Causses, pero mundialmente conocido por su famoso viaducto, el más alto de Europa y hasta hace poco del mundo con 343 metros de altura. Aquí tras despedirme de mis padres y hermano, comencé a instalarme en la caravana.
Situada entre estos dos parques y con los ríos Dourbie y Tarn  a su paso, Millau goza de un paisaje único e idóneo para realizar todo tipo de actividades en la naturaleza como: descenso de barrancos, parapente, paracaidismo, kayak, rafting, escalada, puenting, espeleología, vías ferratas, senderismo, pesca deportiva o rutas BTT. 
Aquí mi labor era bastante polivalente, y se basaba tanto en los servicios de acogida, información y logística como en los de distribución de equipos e incluso trasporte de clientes en furgonetas.      
Para colmo, no vivía solo en la caravana, sino que la compartía: al principio con una chica holandesa del trabajo bastante introvertida y después, tras mudarse ésta a un apartamento, fue con otro compañero del trabajo holandés, Rob. 
Nuestro equipo estaba formado por 16 personas de las que nosotros tres éramos los únicos extranjeros y, por suerte, tuvimos la suerte de formar un ambiente realmente agradable y bastante simpático, lleno de vitalidad y perteneciente a todo rango de edad; desde mis 22 años, hasta los 55 de los monitores más veteranos. 


Sin duda, ésta fue una ocasión única para profundizar mis conocimientos en el sector, disfrutar del paisaje y, al mismo tiempo, beneficiarse de los servicios que la empresa ofrece gratuitamente a sus trabajadores –claro está-. Por ello, aprovechaba cualquier ocasión y día “en repos” (día libre) para apuntarme a todas las actividades que había planificadas en ese día. He aquí un vídeo de todo lo que tuve la oportunidad de disfrutar: descensos de barrancos, kayak, puenting, parapente y mucho más:


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