jueves, 27 de marzo de 2014

BERGEN, NORUEGA (MARZO 2014). EXPERIENCIA COUCHSURFING


Aprovechando los pocos días de haber empezado el segundo semestre de la Uni y que la materia no era especialmente complicada, 2 chicas zaragozanas y yo miramos vuelos desde Cracovia: Los había dede 15€ a Oslo u otras ciudades escandinavas pero, siguiendo la recomendación de un amigo, escogimos la encantadora y entonces desconocida ciudad de Bergen. En esta ocasión fue la aerolínea húngara de bajo coste WIZZAIR con la que viajamos y con la que tuvimos que estar 3 horas de trayecto en unos asientos aun más rectos, incómodos y apretados que Ryanair donde, midiendo 1,80 metros, tenía que hacer maravillas para evitar tocar con las rodillas el asiento de delante.
Para mayor incomodidad, las medidas del equipaje de mano permitido eran prácticamente las de un bolso. Y yo que me quejaba  de Ryanair...
En los momentos previos al aterrizaje cuando el avión estaba más bajo, pudimos contemplar con mejor visibilidad las tierras noruegas: llenas de islas, islotes y lagos naturales donde el agua y la tierra están en perfecta armonía. Además coincidimos con la PUESTA DE SOL que, a parte de ser mucho más larga y progresiva que en la mayoría del mundo, crea en el horizonte una gama de colores y formas que nunca antes había visto en ningún otro lugar. Esta fue, sin lugar a dudas, una de las escenas más majestuosas que la naturaleza me había concedido jamás.

Noruega es un país increíblemente caro donde los hostales no bajaban de los 25€ por noche. Por esta razón decidimos cambiar la forma habitual de pasar las noches y recurrir a algo que llevaba tiempo oyendo hablar: COUCHSURFING. Para quien no conozca esta página trata de una comunidad de personas a través de la cual se ponen en contacto viajeros de todo el mundo en función del destino de referencia. Aquí puedes encontrar personas que buscan alguien con quien hablar o tomar algo, eventos, información sobre el lugar o, lo más importante y representativo de la página; alojamientoEn todos los destinos siempre suele haber gente que ofrezca su casa sin pedir nada a cambio. Sin embargo, ésto último es muy relativo, pues el mero hecho de intercambiar historias y aventuras ya es enriquecedor: además de conocer gente de culturas diferentes y hacer amigos de cualquier parte del mundo sabes que algún día éste que hoy es el huésped mañana podría ser el anfitrión. 
Fue a través de esta página que conocimos a Stian, un noruego de 28 años que, sin conocerlo de nada, nos hospedó en su casa las 4 noches de estancia en el país. Esperando algo mucho más simple, su casa resultó ser una mansión donde había más de 10 habitaciones y huéspedes que, al igual que nosotros, estaban siendo hospedados gracias a Couchsurfing. 

Tenía sala de billar, un jardín enorme e incluso una sala de cine, que es donde me tocó dormir a mí. Aquí compartí habitación la primera noche con un inglés que a la mañana siguiente partía a Helsinki con su bici y todo el equipo que podéis ver en la foto. También había un abogado brasileño que lo dejó todo para recorrer el mundo, una chica esquimal que venía del norte de Noruega, una ucraniana que estaba buscando trabajo por Bergen o  un eslovaco de 21 años que tras haber estado en EEUU se encontraba en casa de Stian mientras estudiaba ingeniería en Bratislava, Eslovaquia. Cada una de estas personas tenía una vida totalmente diferente a lo establecido; eran jóvenes, pasionales y seguían un sueño.
Shaun, yo y Rafa
Pero si hay alguien que me llamó especialmente la atención fue Rafa, un portugués que había llegado desde Lisboa hasta Noruega haciendo autostop y que se dirigía a Groenlandia. Fue tal mi asombro por su forma de ser y su método de viaje que pasé la mayoría del tiempo con él, preguntándole y aprendiendo sobre sus viajes. Tanto es así que el siguiente artículo va sobre él [ver historia de Rafa]
En este vídeo aparecemos los 2 bañándonos en las aguas heladas de Noruega, sin duda, las aguas más congeladas donde me he bañado jamás. El agua estaba tan fría que casi sentía fuego en el cuerpo antes que calor. Apenas estuve unos segundos y ya notaba cómo mis extremidades empezaban a entorpecerse y cómo la cabeza empezaba a sufrir. A pesar de estar soleado el agua estaba helada, aunque a Rafa eso no parecía importarle. 
Una vez asimilado el lugar donde nos encontrábamos, nos hicimos un planning sobre qué ver el resto de días y dónde comer. Para mayor sorpresa, había noches en que Stian nos invitaba a cenar. En una de estas noches hicimos una EURODINNER, en la que cada persona de la casa hizo un plato típico. Comida eslovaca, española, francesa... y también noruega, servida de la mano de Stian y un amigo suyo que nos prepararon algunos platos de salmón deliciosos.
Gracias a todo esto, pudimos ahorrarnos bastantes coronas (moneda noruega) durante nuestra estancia en Noruega ya que los precios eran bastante elevados: 4 euros el bus, 6 un kebhab, 10 el paquete de tabaco o 30 la botella de vodka.
La ciudad de Bergen era simplemente encantadora: situada en lo bajo de las montañas pero a nivel del mar la ciudad adquiría mayor hermosura, potenciando así sus coloridos edificios y embelleciendo sus limpias y silenciosas calles que, durante la puesta de sol adquirían un color especial. Ésta, al ser tan lenta y progresiva, nos brindaba la oportunidad de poder admirar con mayor precisión las tonalidades que se creaban en el horizonte conforme el sol se ponía. 
Bergen se encuentra a una hora del comienzo de los fiordos que, simplemente, eran espectaculares: cascadas abismales, terrenos inaccesibles, cimas nevadas y rincones de encanto. Pese a ello, nosotros nos encontrábamos en la parte más meridional de los fiordos (a media altura del país), por lo que los escenarios que vimos no eran tan salvajes ni magníficos como los que podríamos haber encontrado en la parte septentrional de los fiordos (Laponia) donde también surgen las auroras boreales.
Aquí fue muy curioso ver el gran contraste paisajístico que se crea a cada lado de sus colinas: Unas abruptas y pedregosas y otras cubiertas de nieve y con un color blanquecino que reflejaba perfectamente la luz del sol sobre sus casas.
Aunque no se pueda apreciar muy bien, al fondo de estas imágenes aparecen los fiordos, con nieve en sus cumbres y que, conforme accedíamos al norte, aumentaban en cantidad e inmensidad. 



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