sábado, 21 de junio de 2014

FIN DE ERASMUS

Este fue un año que dio lugar a muchas historias, aventuras y anécdotas que contar a familiares y amigos. Pero el Erasmus a parte de viajes y estudios, también nos brindó la oportunidad de hacer actividades fuera de lo común como...:
Voluntariado en escuelas


Rafting
Juwenalia
Juwenalia
Escapadas al lago


Fiesta en limusina
Visita al zoo
Visita a Wroclaw
Wroclaw


Mar Báltico
Visita a Gdansk
Gdansk
Visita a las montañas de Zakopane

 Carrera de colores
 Eurodinners

 Baños y barbacoa en lagos

Asistir a un partido del Wisła como socios por 2,5€ con la visita de mis amigos desde Zaragoza

Y muchas historias más que no se pueden contar... ;)










lunes, 16 de junio de 2014

23 PAÍSES EN 2 AÑOS. RAFA SOARES

Como comento en mi artículo de Noruega, Rafa fue sin duda el personaje que más me marcó. Era mi primera experiencia couchsurfing y todo cuanto pasó en torno a ella no dejaba de impactarme. Nos encontrábamos en una casa donde un solo chico de 27 años, Stian, acogía cada día a gente nueva, sin conocernos de nada. Había un brasileño que dejó su trabajo de abogado para recorrer el mundo, un inglés que se iba en bici hasta Helsinki o Rafa, un chico portugués que había llegado desde Lisboa hasta los fiordos noruegos gracias al autostop. 

Tras dejar sus estudios de la universidad, decidió dejarlo todo para recorrer y visitar las gentes del mundo de la forma más económica posible: autostop. Tanto es así que en apenas 2 años Rafa ya ha visitado 23 países. 
A primera vista, se lo veía un chico verdaderamente inocente y de gran corazón que, en varios casos, daban lugar a burlas a causa de su humilde ingenuidad. Sin embargo, a mí me pareció un tipo realmente intrigante, aventurero y lleno de vitalidad. Tanto es así que al anochecer -y a pesar del reciente invierno noruego- solía irse a nadar a un lago que había cerca de la casa con unas temperaturas realmente bajas.
Rafa estuvo varios meses en Portugal combinando distintos trabajos que le permitiesen financiarse algo que tenía en mente: Groenlandia. De esta manera pasó por Portugal, España, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, República Checa, Dinamarca y finalmente Noruega, donde nuestros caminos se cruzaron.  Pero, al no tener la posibilidad del autostop a partir de Noruega, su intención era comprar un billete de avión a Islandia para posteriormente hacer transbordo en dirección a Groenlandia. Sin embargo, después de 3 semanas viviendo y trabajando en Islandia decidió dejar a un lado la idea del Ártico por motivos personales y volverse a Noruega.

Pero Rafa no sólo ha visitado Europa, sino que también ha estado en países como Canadá, EEUU, Turquía, India, Tailandia, Malasia o Australia. Y lo mejor de todo es que apenas gasta dinero en sus viajes ya que gracias a Internet, Rafa ha dado con el modo de conocer el mundo con 4 duros.
Mediante páginas como Workaway Infojobs, Rafa ya ha aceptado empleos en varios países como agricultor, albañil o asistente de cocina que le permiten pagarse la estancia en cada país que visita o incluso ahorrar para el siguiente
A la hora de buscar ALOJAMIENTO, aprovecha la página de Couchsurfing para dormir gratuitamente en casa de otras personas con las que, aunque no las conozcamos, se comparten grandes momentos y experiencias. Y, en caso de no encontrar a nadie que lo acoja, este chico no tiene reparo en dormir en las estaciones públicas o incluso al aire libre siempre que haga buen tiempo.
Respecto al TRANSPORTE, en largas distancias utiliza el autostop y en cortas distancias dentro de la ciudad suele ir andando, ya que el mero hecho de disfrutar del camino es algo que le resulta realmente gratificante.
De este modo, con el autostop, el alojamiento y los ingresos cubiertos, la ALIMENTACIÓN se convierte en el paso más complicado para completar sus viajes con total satisfacción -pues gran parte del dinero que consigue trabajando en uno o dos meses lo distribuye entre viajes de 4 o 5 meses-. Aún así, Rafa se las apaña para mendigar en los bares, panaderías o puestos de restauración por comida que vayan a tirar o que no necesiten y que el aceptaría con sumo gusto. 
Después de mi viaje por Noruega y ya de nuevo en Polonia, seguimos manteniendo el contacto por facebook y, gracias a ello, pude acogerle en mi casa tras su paso por Cracovia en dirección a Turquía: Había recorrido Europa Occidental y ahora le tocaba conocer la Oriental. Allí, al coincidir con mi última semana de Erasmus, aproveché para mostrarle la ciudad al completo, darle toda la ropa que no me podía llevar en el avión o incluso dejarle mi habitación el día después de irme. 
La historia de Rafa

jueves, 15 de mayo de 2014

BERLÍN, ALEMANIA. (MAYO 2014)

Con la compañía de autobuses polaca que ya he comentado en mis anteriores viajes (PolskiBus) el precio del recorrido Cracovia-Berlín salía a 50€ ida y vuelta. 
Pese a ello, esta vez fuimos en el Renault Clio de un amigo junto con otro chico francés y Jorge -mi compañero de piso-. El coche no era muy espacioso ni tenía reposacabezas, pero nos turnábamos de conductores y parábamos varias veces para estirar las piernas y evitar agarrotamientos. De este modo nos ahorramos 10 euros por cabeza y 1 hora de trayecto con respecto al autobús.
Pasadas algo más de 6 horas me tocó a mí coger el coche y, tras la primera hora conduciendo, cruzamos la frontera hacia Alemania. En el GPS no veía límite de velocidad ni tampoco carteles en la carretera, pero aun así no estaba seguro de si podía ir a más de 130 km/h (velocidad máxima en las autopistas polacas). No lo tenía claro hasta el momento en que, yendo a tal velocidad, veía como la mayoría de los coches me adelantaban a toda pastilla. Fue entonces cuando ya me percaté de que no había límite y pude apretar con gusto el acelerador. Desgraciadamente, el Renaul Clio tenía más de 15 años a sus espaldas y no pudo superar los 150 km/h sin parecer que fuese a explotar.
Tras algo más de 8 horas de viaje llegamos a Berlín. Nuestra primera impresión desde el coche fue muy positiva, pues llegamos un 1 de Mayo, día muy celebrado en la capital germana. Había muy buen ambiente, conciertos y multitud de jóvenes de todos los géneros: punks, heavys, hipsters... 
Nada más dejar las maletas en la habitación de nuestro hostal (compartida con una pareja china) partimos hacia el lugar donde toda esta gente se dirigía: KREUZBERG, uno de los barrios alternativos de la ciudad donde se veían muchos iconos anarquistas, antifascistas y antisistema.
También había conciertos de indie y rock pero la mayoría eran de heavy, black metal, drum and bass y mucho punk “del duro”. Y entre su público, predominaban los tatuajes, el pelo pintado, la cresta y cara “como de mala leche”.
Conforme caía la noche, el ambiente empezaba a deteriorarse, el alcohol y las drogas se palpaban en el ambiente y la gente comenzaba a comportarse de forma agresiva y alterada. Fue por esto que el primer día decidimos irnos pronto al hostal y así estar en forma para ver Berlín a la mañana siguiente.                             
Sin embargo, los berlineses parecieron ser ciudadanos educados y respetuosos y, entre muchos de ellos, se integran personas de todas las nacionalidades, pues, sin lugar a dudas, Berlín es una ciudad multicultural.
Respecto a la comunicación no teníamos problema, pues una gran mayoría hablaba inglés. De lo contrario, Jorge y yo sabíamos algo de alemán turístico con lo que pudimos defendernos y  patearnos la ciudad sin problema. Es así como pudimos apreciar que ésta es una ciudad que va a contracorriente. Berlín se encuentra llena de grúas y elementos de construcción encargados de levantar una nueva metrópolis tras haber quedado totalmente devastada en la Segunda Guerra Mundial. Fue tal el nivel de destrucción que apenas vimos edificios con una historia anterior a la guerra, con excepción de algunas restauraciones como son el Parlamento Alemán (Bundestag), la Catedral de Berlín (Berliner Dom), el Palacio Charlottenburg o la Puerta de Brandenburgo, principales focos turísticos de la ciudad junto con el muro.
Checkpoint Charlie
Fruto de la Guerra Fría fue también su famoso “Muro de Protección Antifascista” levantado por la Alemania soviética, y que dividió la ciudad durante 28 años. Aún cuando nosotros llegamos, pudimos apreciar una gran diferencia entre la Berlín occidental y la oriental marcada por el Muro, la Puerta de Brandenburgo o el Checkpoint Charlie


En la siguiente foto, tomada desde lo alto de un parque situado tras la puerta de Brandenburgo, se puede apreciar la frialdad e inútil amplitud de las calles de la Alemania comunista, pensadas únicamente para desfiles militares. Actualmente, se ha convertido en uno de los parques más grandes de Berlín.
Así pues, si tuviese que mostrar el presente, pasado y futuro de Berlín en una sola imagen, sería la siguiente: llena de museos y bajo un fondo plagado de grúas, ya que, al mismo tiempo que se reconstruye, el gobierno alemán está embelleciendo la ciudad con parques y museos que atraen a millones de turistas que, por cada entrada que pagan (unos 7€ la más barata con carnet joven o estudiante), financian el levantamiento de la capital del país con vistas a un futuro sostenible.

 Fue aquí cuando, tras ver otras ciudades europeas como Amsterdam, Viena, Praga, Budapest o Cracovia, pude ver con claridad que Europa no es tan distinta entre sí como podemos imaginar. Cada país tiene su identidad, su arte y su cultura propia, pero todos tenemos un mismo presente creado por una misma historia que incumbe a todos los europeos.

miércoles, 7 de mayo de 2014

10.000KM EN AUTOSTOP. GREG

Era la primera vez que hospedaba a alguien que no conocía de nada en mi casa a través de couchsurfing. Pero fue tan positiva mi experiencia en Noruega con Stian -entonces un desconocido de 27 años que me alojó en su casa durante 4 noches- que me ofrecí a alojar a Greg. En Cracovia le mostré la ciudad con gran precisión y, aprovechando un festival que tenía lugar esos días, lo llevamos a un concierto de música "Electro and Bass".
Greg es un joven de 25 años nacido en Zaporizhia, Ucrania. Y, aunque su verdadero nombre ucraniano es Grisha, sabe que Gregory es un nombre más internacional y fácil de recordar.
Estudió la carrera de ingeniería en su país natal y fue durante sus estudios universitarios cuando empezó a conocer Europa gracias a torneos y grupos de trabajo de ingeniería que llevaban a Greg y su equipo a competiciones europeas del más alto nivel.
Una vez acabada la carrera y gracias al buen manejo del ucraniano, ruso e inglés que posee, Greg recibió una oferta de trabajo procedente de Beijing, China, que acabó por aceptar y que le llevó a vivir en aquel país durante los dos próximos años, moviéndose por varias ciudades del país y obteniendo una gran experiencia laboral e idiomática con respecto al mandarín.
Fue al llegar a China cuando decidió moverse por autostop pues, según Greg, “en la sociedad de la globalización en la que nos encontramos nos comunicamos mucho, pero hablamos poco. Y hacer autostop es una forma muy interesante de viajar, más excitante y muy original para conocer gente”.
        Tras dar muchas vueltas por el gran país asiático y volver a Ucrania, Greg recibió otra oferta para trabajar en el extranjero que también acabó aceptando: esta vez en India -donde permaneció unos meses antes de su vuelta a Ucrania-.
Pero, fue tal la afición que le cogió a viajar que, una vez asentado en su país natal,  se dispuso a emprender otra aventura en autostop que le llevaría a recorrer Polonia de norte a sur hasta acabar en su ciudad natal de Ucrania: Zaporizhia. Allí, a parte de visitar a su familia y su sobrino recién nacido, le esperaba otra gran misión como ucraniano: votar en las elecciones por la presidencia de Ucrania de 2013. 
Con Greg pude aprender mucho sobre el pasado, presente y posible futuro de su país y pudimos compartir grandes experiencias entre culturas tan diferentes como la ucraniana y la española. 
Respecto a la tensa situación que está viviendo su país en estos momentos con Rusia le deseo lo mejor y lo que el más quería: la paz del país 
La historia de Greg

martes, 22 de abril de 2014

JERUSALÉN-MAR MUERTO-JERUSALÉN-TEL AVIV-POLONIA

Era nuestro último día y no podíamos irnos sin probar un chapuzón en el agua del Mar Muerto. Nos dirigíamos de Jerusalén hacia el sureste, mientras que nuestro avión salía de la estación en unas horas desde Tel Aviv -ubicado en el lado opuesto-, por lo que no podíamos permitirnos errores con el crono. Estaba en nuestros planes visitar el Mar Muerto desde el principio pero, tras el incidente de la noche a la intemperie en Haifa, el de la salida de Nazaret dificultada por el Sabbat o el del overbooking en Jerusalén, tuvimos que trastocar todo. Al llegar a la estación (llena de militares que vendrían de hacer sus maniobras) nos montamos en un autobús con destino a Ein Gedi, que es un pequeño oasis con jardines y saltos de agua en medio del desierto situados al sur de Israel.
En el autobús ponía como letrero “Ein Gedi”, por lo que Óscar y yo supusimos que ésta era la última parada del trayecto. Tras una hora en el transporte el conductor empieza a decir paradas tales como “Ein Gedi exteriores” o “Ein Gedi balneario”, en las que apenas bajaba gente, por lo que supusimos que debería haber una última denominada como en el letrero “Ein Gedi” o “Ein Gedi playa” donde todo el mundo debería bajar. No fue así.


Con el Mar Muerto todo el rato a nuestra izquierda y viendo que las paradas ya no se parecían al del letrero, preguntamos a unas chicas que, tras hablar en hebreo con el conductor, nos comunicaron que nos habíamos pasado la parada. No sabíamos a donde se dirigiría exactamente pero según el GPS nos estábamos moviendo cada vez más hacia el sur, en dirección Egipto, de manera que decidimos bajarnos en medio del desierto, con Jordania en el fondo y el Mar Muerto a modo de frontera natural entre ambos países. 
El paisaje era desértico: arena, rocas agrietadas, un calor abrasador y una sola carretera en medio de la nada que nos debería conducir a orillas del Mar Muerto para darnos un baño antes de coger nuestro avión en Tel Aviv, que estaba a más de 2 horas de donde nos encontrábamos. Afortunadamente, y sin saberlo nos enteramos de que nos encontrábamos a los pies de la Masada, que es una fortificación construida en lo alto de una montaña que empezó con asentamientos humanos ya en la Edad de Cobre. Al ser un punto muy turístico en Israel tuvimos la gran suerte de no esperar mucho hasta que vino un autobús que nos llevase de vuelta a orillas del Mar Muerto.

Masada
Tras poner al corriente al conductor, nos llevó 2 o 3 paradas hasta nuestro destino sin tener que pagarle nada. Es entonces cuando por fin, pudimos bañarnos en el Mar Muerto. El agua era tan espesa que parecía aceite, de hecho, debido al excesivo nivel de salinidad que tiene, actuó a modo de capa protectora ante el sol además de dejarme la piel tan suave como el culito de un bebé.
Tras media horita de baño sintiéndonos cual corcho en agua nos dispusimos para la vuelta a Tel Aviv. No venían autobuses pero encontramos un taxi furgoneta como el que nos llevó de Nazaret a Jerusalén. Al ser los primeros en montar pudimos elegir TelAviv como destino, aunque con parada en Jerusalén. Tras algo más de 2 horas entre taxis llegamos a la ciudad, totalmente intercultural y heterogénea. Como no queríamos perdernos de nuevo nos dirigimos al aeropuerto con 4 horas de antelación a la hora de despegue del vuelo. Éstas resultaron ser las idóneas, pues al ser un país en guerra está lleno de controles. Estuvimos unas 2 horas entre una terminal donde nos venían chicos de unos 21-25 años preguntándonos por nuestra estancia, nuestro destino o nuestro historial en países musulmanes y otra en la que nos pasaban una bayeta electrónica por todas y cada una de nuestras prendas del equipaje. Pasado todo este control de seguridad nos movieron de nuevo a otra terminal, que era la definitiva donde finalmente cogeríamos nuestro avión con destino a Polonia.