martes, 1 de octubre de 2013

CRACOVIA, POLONIA (SEPTIEMBRE2013-JUNIO2014)

Polonia es un país digno de visitar, con mucho potencial por explotar y con grandes oportunidades para vivir y trabajar. Si eres estudiante, tienes ganas de conocer gente de todo el mundo o simplemente pretendes gastar menos, Cracovia es tu destino.
 Cracovia es una ciudad en la que realmente vale la pena vivir. De un tamaño y población similar a Zaragoza (~750.000 habitantes) hace que las distancias entre sí no sean ni muy largas ni muy cortas. Además existen unas buenas comunicaciones, principalmente con el tranvía, que tiene su propio carril y le permite librarse de posibles atascos. Sin embargo, aún hay varios de ellos que son antiguos, ruidosos, elevados y bastante inaccesibles para personas mayores.  El coste por viaje es de 1.40 zlotys para estudiantes (0.35€) y el abono semestral sale a unos 45€. Si vas andando un día de lluvia por la acera ¡no te acerques a la carretera! Es muy irregular y está llena de charcos que al paso de los coches pueden dejarte empapado.
Respecto a la historia de la ciudad, no es muy difícil encontrarse con restos marcados por la 2ª Guerra Mundial o la posguerra; como el Ghetto judío de Cracovia y su Plaza de las Sillas, campos de concentración en Auschwitz y Birkenau o el gris y desolador barrio comunista de Nowa Huta, construido durante la Guerra Fría.
Pero ello no significa que la ciudad sea gris, ¡ni mucho menos!. Probablemente sea una de las ciudades con los edificios más coloridos que he visto. No cabe olvidar que Cracovia fue la capital de Polonia hasta el siglo XVI, cuando se cambió a Varsovia. Esto le otorgó grandes riquezas a la ciudad y un gran patrimonio como es su Plaza del Mercado-de la que dicen que es la plaza medieval más grande de Europa- sus coloridas calles del casco histórico, la Universidad Jagellonian, el Castillo de Wawel o el barrio judío de Kasimierz, lleno de todo tipo de bares alternativos y lugar donde se han rodado varias escenas famosas del mundo del cine como la “Lista de Schindler”.
Ésta es la ciudad más bonita y occidentalizada de Polonia, por ello es también fácil encontrarse con una amplia gama de servicios dedicados al turista como puestos de souvenirs, arte y música callejera, restaurantes italianos, mexicanos, McDonalds, KFCs, paseos en barco por el río Vístula o cochecitos eléctricos que te hacen un paseo explicativo por la ciudad. Asimismo, Cracovia está repleta de estudiantes universitarios procedentes de todo el mundo, que siempre están dispuestos a salir de fiesta, cualquier día de la semana. Por lo que la fiesta está asegurada de Lunes a Viernes, con temáticas de todo tipo. Una de las que más me llamó la atención fueron las TRAM PARTY que, como el propio nombre indica, se realizan dentro de un tranvía con luces y música a todo volumen que se va desplazando al mismo tiempo por los raíles de la ciudad.

Haciendo referencia a la gastronomía polaca, está principalmente basada en sopas de todo tipo, guarniciones de setas, coliflor, remolacha y los famosos pieroguis que son como unos raviolis grandes y gruesos que pueden estar rellenos de queso, carne o espinacas entre otros.
Por último, no puedo hablar de Cracovia sin mencionar a la gente polaca, a mi parecer, gente muy sencilla y educada; un tanto tímida y callada al principio, pero no tanto tras unas cuantas copas de vodka o cerveza cuando, inesperadamente, se convierten en gente realmente diferente y extrovertida. Tampoco podría hablar del país sin mencionar la belleza de las mujeres polacas: ojos verdes y azules, piernas kilométricas, delgadas… ¡y enamoradas de los españoles! Pero en caso de no estar convencidos, Polonia en sí mismo es un país de estudiantes de intercambio, lleno de gente de todo el mundo y donde las relaciones internacionales están a la orden del día.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

ERASMUS EN CRACOVIA. PRIMERAS EXPERIENCIAS

El 2 de Septiembre llegué desde Nantes(Francia) a mi querida ciudad, Zaragoza. Allí tuve una semana para poder saludar a todos mis familiares y amigos y otra semana para despedirme ya que el 18 de Septiembre partía de nuevo, esta vez dirección Cracovia, Polonia: Me esperaban 9 meses de vida Erasmus por delante, llenos de anécdotas e historias sin igual.
Una de las principales razones por las que me decanté por Polonia fue la diferencia cultural. En comparación con otras culturas, la eslava me resultaba totalmente desconocida.
El clima no me supuso ningún problema pues vengo de Zaragoza, conocida como “la ciudad del viento”. Tanto es así que por muy bajas temperaturas que alcanzasen los termómetros, con unas cuantas capas de ropa y un buen abrigo se me hacía bastante llevadero.
Respecto a la calidad de vida no es tan buena como en España, pero sus precios son bastante más bajos, y eso es algo que como estudiante es digno a tener en cuenta.



La localización geográfica del país fue otro factor decisivo: al norte el mar Báltico y a sus lados Alemania, RepúblicaCheca, Eslovaquia, Ucrania, Bielorrusia, Lituania y Rusia (pequeño territorio ruso en medio de Lituania y Polonia). 
Asimismo, su red de transporte aéreo resulta increíblemente barata (100€ a Israel, 70€ a Noruega y Holanda, 20€ a Francia y desde allá 15€ a España y, en el caso de los autobuses, también son cómodos y espaciosos gracias a la compañía POLSKIBUS. 

De tal modo, el factor precio y el factor localización crearon un mix perfecto para animarme a viajar desde Cracovia, cuya ciudad se sitúa a menos de 9 horas de algunas de las ciudades más bonitas del mundo como son Viena, Berlín, Praga o Budapest: 
Cracovia - VIENA-> 8h 35´ ~400 km
Cracovia - BUDAPEST-> 7h 15´ ~400 km
Cracovia - BERLÍN-> 8 horas  ~600 km
Cracovia - PRAGA-> 9 horas  ~550 km

La primera semana estuve alojado en unos pisos provisionales gestionados por una empresa de alojamientos llamada SODISPAR. Esta compañía se encargaba de recoger estudiantes Erasmus recién llegados del aeropuerto y llevarnos directamente a nuestros respectivos pisos, los cuales compartíamos con más estudiantes Erasmus y no costaban más de 7 euros noche. A parte, una guía que hablaba español nos daba unas hojas informativas sobre la ciudad de Cracovia: qué ver, qué hacer, dónde comer, cómo moverse por la ciudad... Y también nos proporcionó unas tarjetas móviles a cada uno que fueron de gran ayuda para estar ya desde el primer día conectados.

De tal modo, estos días fueron destinados a chequear pisos tanto en Internet como en persona y, al mismo tiempo -por gracia o por desgracia-, entablé amistades con un grupo de españoles con los que compartía estos pisos provisionales: Mi principal idea del Erasmus era huir de los españoles, pero en Cracovia es algo realmente difícil, pues somos una plaga. 
Fue por esto que a la hora de buscar piso, Jorge (estudiante de turismo de Zaragoza con el que vine a Cracovia) y yo nos marcamos como principal requisito el de vivir con extranjeros.
La mayoría de pisos tornaban los 1000 zlotys mensuales por persona (250 euros) de los que una gran parte era una verdadera basura: Había donde tocabas el techo con la cabeza, donde al abrir la puerta del baño impedías abrir la de la cocina u otros donde a un metro de la cama se encontraba la cocina a gas… Para colmo, cuando alguno nos convencía estaba compartido con españoles y denegábamos la oferta.
Finalmente, tras patearse mucho la ciudad, encontramos el que sería nuestro piso, situado en una 3ª planta, sin ascensor, salón ni televisión, pero vivible. Además conseguimos alcanzar nuestro objetivo de "no españoles" y acabamos compartiendo el piso con 2 chavales franceses de Lille: Françoise-Xavier y Geoffrey. Gracias a ellos pude seguir mejorando mi francés que aprendí durante el verano en Bretaña y entablamos una gran amistad.
SODISPAR fue de gran ayuda para hacerse con la ciudad, pero lo fueron aun más nuestras mentoras Erasmus: Eran estudiantes polacas de la misma universidad donde íbamos a estudiar el curso académico: Uniwersytet Ekonomiczne w Krakowie, también llamada UEK. Mi mentora –Natalia- y la de Jorge –Ola- nos ayudaron en todo cuanto podían: funcionamiento de la universidad, clases, zonas de bares, eventos… Y principalmente nos ayudaron a conocer todas las actividades Erasmus y a integrarnos con el resto de la gente.

Respecto a la universidad, constaba de un campus de más de 5 pabellones, 2 restaurantes, 3 bares, piscina cubierta, pabellón y una pista de fútbol y tenis al aire libre. Las clases eran impartidas en polaco, y en inglés para los estudiantes Erasmus y aquellos polacos que quisieran continuar sus estudios en este idioma
Cracovia, con 5 universidades públicas y más de 10 privadas, se ha convertido en una de las ciudades universitarias más importantes de Europa.   

Una semana antes de empezar las clases tuvo lugar la Integration Week (Semana de Integración), que consistía en eventos varios y fiestas en las que conocer al resto de estudiantes Erasmus mediante juegos de pistas en medio de la ciudad, paseos en barco por el río Vístula, laser tag, TramParty, Eurodinner, Tandems... Esta última actividad se realizaba en un bar en el que las mesas estaban clasificadas por países, ofreciendo así 2 alternativas: sentarme en la mesa de España y dar a conocer mi país o acudir a las mesas de otros países y conocer sus respectivas culturas. Y, dado que soy un amante de lo desconocido, el primer día me acerqué a la de Bangladesh, Turquía y Vietnam donde, curiosamente, nos juntamos gente de Canadá y Francia.
En esta semana estreché amistades con gente de todo el mundo, jóvenes de mente abierta, sin ideas predeterminadas sobre los demás países y dispuestos a aprender tanto cuanto les sea posible sobre el entorno que les rodea. Todos teníamos una misma inquietud que nos movía a abrirnos al resto, a entrelazar relaciones y a seguir adelante en los siguientes meses que nos esperaban: El Erasmus había comenzado y con él uno de los mejores años de mi vida. 

lunes, 1 de julio de 2013

ARZON (BRETAÑA), FRANCIA. JULIO-AGOSTO 2013

Un día normal de Noviembre recibí un correo por parte de la bolsa de empleo de mi universidad donde se ofrecía trabajo en Francia como camarero, recepcionista o animador turístico. Había trabajado el verano pasado de animador turístico en un hotel de Lloret de Mar, tenía experiencia, manejaba inglés, pero mi francés era insuficiente. Iba a estar en prácticas, me daban alojamiento y 150 míseros euros al mes por hacer lo mismo que el resto.
Aun así, lo interpreté como un reto: dos meses de vida independiente en el extranjero donde abrir la mente y, sobre todo, aprender francés, de manera que no lo quise ver como un gasto, sino como una inversión. De modo que, recién sacado el carnet de conducir, recorrí 1.000 km en 3 días desde Zaragoza hasta el norte de Francia con mi padre de copiloto, quien se volvería con el coche a los 2 días para España
La primera noche dormimos en BURDEOS, donde el río Ebro al lado del Garona parece un charco.
La segunda parada fue en VANNES, típica ciudad de juguetes, silenciosa, limpia y con gente muy educada.
La tercera hicimos un desvió de casi 2 horas para visitar el MONT SAINT-MICHEL, en la baja Normandía. Un lugar mágico, lleno de paz y de inspiración.
Y ese mismo día de vuelta de la ciudad medieval llegamos a nuestro destino final: PORT DU CROUESTY, Arzon.
En este lugar, de un clima no tan cálido como el de España, abundan las playas vírgenes, el silencio y el orden, por lo que a mí -como español que siempre ha veraneado en la costa levantina- me resultó llamativo. Además es una zona llena de barcos de vela donde, según el día, el horizonte se llenaba de tantos que era imposible contarlos.
Respecto a la comida, al igual que la mayoría de las cosas, es más cara que en España. Afortunadamente, no pasaba lo mismo con el queso, de gran sabor y de todas las clases posibles. Para colmo, las crêpes son originarias de Bretaña, de modo que acabaría siendo costumbre acudir al muelle con el resto del equipo a tomar alguna que otra crêpe o galettes (crêpes saladas).

En los últimos minutos con mi padre sentí una sensación de soledad donde me preguntaba, “¿Qué estoy haciendo aquí?”. Sin embargo, desde el primer momento me sentí muy acogido por el resto de trabajadores del lugar y su buena educación, que constaba de un equipo de 20 animadores, 10 camareros y recepcionistas y mis 3 jefes: de animación, de espectáculos y bailes y de la organización general. Lo mejor de todo es que ninguno superaba los 27 años, por lo que había muy buen entendimiento. 
Allí dormía en una casa de 30 metros cuadrados compartida con 2 personas más: Jean Gauthier y Ciaran, -que a pesar de ser de Irlanda hablaba español-. Ésta disponía de una cocina americana y 2 sofás que eran la cama de Ciaran y mía. A parte, teníamos un baño con ducha, un armario y una litera en un hueco donde dormía Jean Gauthier. 
Las 2 primeras semanas fueron duras en el sentido del idioma, ya que me ordenaban ciertas tareas que no entendía y muchas veces me sentía algo inútil, ya que al principio tenía que ir acompañado de alguno de los animadores para que me explicara lo que hacer. Afortunadamente, sin haberme siquiera dado cuenta, a mediados de verano ya notaba cómo empezaba a descifrar todo lo que decían y podía hablar fluidamente su idioma.
Finalmente, tras pasar por todos los clubes, (desde los niños de 3 a 12 años), acabé quedándome en el que era mi favorito: el “Club Junior”, con niños de 10 a 12 años.
Este rango de edad fue realmente agradable a la hora de trabajar, ya que los niños no eran ni demasiado pequeños ni demasiado grandes, de modo que podíamos hacer bromas y juegos de todo tipo y pasárnoslo tan bien como ellos. Asimismo, los monitores eran muy simpáticos y trabajadores pero, ante todo, positivos, por lo que hicimos una gran amistad que dio lugar a un montón de anécdotas durante el trascurso del verano...

Dado que tenía acento español, no imponía mucho en momentos de mandar silencio a los niños, pues si lo hacía a los muy benditos les entraba la risa. Por ello, decidí adoptar el papel de poli bueno
Sé algunos trucos de magia barata y juegos tontos con los que pasar el tiempo, por lo que la relación con todos ellos fue muy buena. Fueron unos grandes profesores para mí y, si hacía falta, repetían palabras que no entendía, las escribían e incluso las dibujaban.
También los animadores me enseñaban el idioma, muchas veces por necesidad y muchas otras por errores míos, al confundir palabras que no debería haber dicho, pero que se parecen mucho entre sí: tales como “feutre-foutre” (rotulador-corrida) o “chat-chatte” (gato-coño).
Pero, sin lugar a dudas, lo mejor de este trabajo  fueron los espectáculos nocturnos. 
A pesar de haber bailado para cientos de personas en Lloret de Mar, esta vez teníamos coreografías muy trabajadas donde se nos exigía mucho más. 
Sin embargo, de los 20 animadores, sólo había 3 bailarinas profesionales y 3 o 4 que sabían moverse, de manera que es fácil hacerse a la idea de cómo nos salían los bailes al principio...
Aquí aprendí muchos pasos y me lo pude pasar en grande, tanto en los ensayos como en los espectáculos de cara al público, pues el ambiente se llenaba de fuerza y energía entre los trabajadores. Asimismo, resultaba igualmente emocionante actuar bajo aquellos focos multicolores al ritmo de una potente música que reflejaba en el rostro de las familias gestos de asombro y, en muchos casos, carcajada.
De esta estancia, me llamó especialmente la atención la buena educación de los franceses, ya sean mayores o pequeños, sin o con confianza, siempre nos deseaban los buenos días, pedían las cosas por favor y siempre las acompañaban de un “gracias”. Estos 2 meses fueron un aprender constante, un verano inigualable.
“Detrás de cada miedo está la persona que quieres ser: si huyes de tus miedos no estás controlando el día: El día te controla a ti

viernes, 28 de diciembre de 2012

ROMA, ITALIA (Nochevieja 2012-Año Nuevo 2013)

Aquel mes de Diciembre de 2012, me encontraba con 19 años y unas ganas inmensas de vivir todas aquellas aventuras que por las noches tanto me quitaban el sueño.
Así que, nada más comenzar las vacaciones de Navidad en la Universidad, decidí unirme al movimiento cristiano de Taizé, que tenía lugar en Roma del 28 de Diciembre de 2012 al 2 de Enero de 2013. 
Este viaje significó mucho para mí, pues era la primera vez que salía de España por mi propia cuenta y que, además, acabó convirtiéndose en el primero de muchos más que posteriormente me depararía el futuro.

Sin conocer apenas nada del movimiento ni a nadie, cogí mi mochila y me dirigí hasta la estación de autobuses, donde me encontré por primera vez al grupo de Zaragoza (4 zaragozanos más 3 diáconos de Colombia, y otros 2 de Togo y Cabo Verde) rumbo a Barcelona.
 Al llegar allá, subimos a un ferri con el resto de jóvenes de España, cuya mayoría pertenecía a la diócesis catalana. Desafortunadamente, sus integrantes parecían haberse olvidado de que había más gente en ese barco que no éramos catalanes y que, por lo tanto, no hablábamos su lengua. Especialmente, me pareció vergonzoso ver cómo sus propios sacerdotes (y obispo) que al mismo tiempo hablaban de abrirse al prójimo, lo evitaban con el resto de españoles que estábamos en ese barco mediante la barrera del catalán y su introversión respecto al resto. 
Y ahí estuvimos durante 20 horas de trayecto hasta el puerto de Civitavecchia pasando el tiempo y durmiendo como podíamos en unos camarotes de unos 10m2 para 4 personas que, milagrosamente, contenían 2 literas, un armario y un baño con ducha. Asimismo, la biodramina fue de gran ayuda pues el barco no hacía más que moverse.
Al llegar a Italia, los grupos se dispersaron: Hubo quienes fueron alojados en casas de familias romanas, y otros a los que nos tocó dormir en el suelo de casas parroquiales o pabellones. Pese a ello, el grupo de Zaragoza seguíamos juntos. 
La llegada a nuestra parroquia fue realmente acogedora. Decenas de voluntarios nos dieron una cálida bienvenida con agua, café caliente, panetone y una sonrisa que nos hacía sentir como en casa. Además, tuvimos la oportunidad de conocer gente que, al igual que nosotros, venía de todas partes de Europa: Croacia, Portugal, Polonia, Rusia...
Estaba en Roma, en medio de una aventura que contar a mi familia y amigos, a miles de kilómetros de casa, sin saber lo que me esperaría al día siguiente y, para colmo, durmiendo en el suelo. Sin embargo, el mero hecho de estar bajo techo en pleno invierno y vivir todo aquello con tan grata acogida mereció totalmente la pena.
A la mañana siguiente, nos dimos cuenta de que las duchas no tenían agua caliente, y siendo que estábamos en Diciembre, supuso un gran reto para muchos de nosotros. Aunque no tanto para los rusos y polacos, que eran los únicos que parecían no jadear cada vez que entraban a las duchas -si había alguien gritando, sin duda, éramos los españoles-.
En el momento del desayuno nos encontramos de nuevo con los voluntarios y voluntarias que nos deseaban los buenos días con un “Buongiorno” acompañado de una sonrisa y un desayuno que ellos mismos preparaban con pastas, café, leche y el tan delicioso panetone. Era un momento muy bonito para compartir con el resto de personas que ahí había y estrechar amistades con gente de culturas muy distintas a las nuestras.
Ya aseados y con energías, nos dispusimos a conocer Roma al mismo tiempo que acudíamos a algunas de las pautas de Taizé, que mayoritariamente se hacían en iglesias que albergaban a cientos de cristianos de toda Europa, ya sean ortodoxos, católicos o protestantes, pero con un único fin: la oración a través del canto
Había incluso canales de radio cuya frecuencia sólo se alcanzaba en el interior de la iglesia que traducían las oraciones en varios idiomas al instante. 
Para las comidas, acudíamos al Circo Massimo, donde se podía apreciar con mayor claridad todas las personas que acudimos a Roma con el movimiento de Taizé. Asimismo, resultaba realmente mágico pasearse por aquellas calles antiguas interminables y sentir el ambiente navideño que se palpaba en el ambiente.


Este viaje se convirtió también en una oportunidad para conocer Roma, su historia y sus increíbles monumentos y edificios, que resultaron ser más grandes de lo que me imaginaba. Tiene 4 basílicas mayores y otras cuantas menores que, en varias ocasiones, superaban en tamaño a la emblemática Basílica del Pilar de Zaragoza.
Aquí también pude ver la belleza del Vaticano y contemplar la inmensidad de fieles de toda raza, pueblo y nación que en él había rezando y cantando al unísono, sin importar el frío o las malas condiciones climatológicas.
Fue realmente alucinante empezar el Año Nuevo de esta manera, a cientos de kilómetros de casa y lejos de la familia y amigos, pero no por ello en soledad.