Ha sido mucho
tiempo pensando en este viaje y, tras 9 tensos días esperando a otro avión en
Turquía, por fin ha llegado… ¡Por fin en Filipinas!
Este país,
compuesto de 7.107 islas y dividido de norte a sur en las regiones de Luzón, Visayas y Mindanao, se
caracteriza por el calor del clima tropical, una gran humedad y una transpiración
constante y, en varias ocasiones, agotadora. Su terreno volcánico es totalmente
fértil y sus paisajes meramente asombrosos, repletos de verdor y una belleza
tan bonita como inestable, pues no cabe olvidar que Filipinas se encuentra sobre una falla y bajo una zona propensa a los
tifones.
Pero a pesar de estos paisajes, en Cebú -al igual que en Manila o Tagaytay- la población vive de espaldas a la belleza que le rodea y la vida gira en torno a las carreteras, el ruido y la inmensa contaminación de sus coches, al mismo tiempo que aprovechan sus costas para verter todos sus residuos sin ningún tipo de control.
Junto a éste, otro
de los problemas más graves del país es su falta de higiene y pésima red de alcantarillado que, en general, no se encuentra bajo
tierra sino en la propia superficie, por lo que es más fácil de lo habitual toparse con cloacas
de aguas negras “abiertas al público” o cruzar puentes bajo los cuales pasan riachuelos con más residuos y productos
tóxicos que agua. Además, apenas existen zonas abiertas como parques o grandes
plazas, por lo que podemos fácilmente hacernos a la idea de lo poco agradable que resulta “pasear” por estas
calles filipinas.
Quizás sea por
ello que a los filipinos no les guste andar y prefieran acudir a los sitios
mediante el servicio de bici, caballo o de jeepny, que no es más que una
furgoneta en la que pueden llegar a caber hasta 25 personas por menos de 20
céntimos cada uno.
Para colmo, una vez cae el sol, este tipo de servicios pueden resultar incluso peligroso, ya que algún que otro de sus conductores puede estar bajo los efectos del alcohol o cualquier otra sustancia del estilo...
No obstante, y
pese a todo este descontrol que abunda en el país -y que en Europa nos
sacaría de quicio a más de uno-, los
filipinos se han hecho a ello y parecen no estresarse nunca: cruces entre carriles contrarios, giros de
180 grados en medio de la carretera, cláxones sonando constantemente… Asia…
Claro ejemplo de ello se aprecia también a la hora de acceder a los jeepnys ya que, aunque parezcan estar llenos, haga un calor y humedad extremos y sus pasajeros estén apretados y sudando, siempre van a estar dispuestos a dejar espacio para uno más con total normalidad.
Claro ejemplo de ello se aprecia también a la hora de acceder a los jeepnys ya que, aunque parezcan estar llenos, haga un calor y humedad extremos y sus pasajeros estén apretados y sudando, siempre van a estar dispuestos a dejar espacio para uno más con total normalidad.
Aquí resulta
imposible no toparse con puestos de arroz, frutas tropicales o comida cocinada al
instante con carnes crudas, pescados fritos o deshidratados y
abundantes rebozados expuestos al sol durante todo el día y que son
cocinados en unas ollas de apariencia no muy limpia. Sin embargo, ésta es una
opción muy asequible y, por ello, demandada por los filipinos que, por unos 250
pesos (5 euros) pueden quedarse gratamente saciados.
Por lo que he podido comprobar, la gastronomía filipina suele ofrecer una gran
diversidad de platos provenientes de unos mismos
alimentos pero que, cocinados y condimentados de diversas formas distintas dan lugar a platos distintos entre sí. Y, como no podía ser menos, la mayoría de ellos giran en torno al arroz: nuddles de arroz, vinagre de arroz, postres hechos a base de arroz...
Sin embargo, el
plato estrella por el que se conoce Filipinas, no es ninguno de esos, sino el BALUT: feto de huevo de pato de
entre 10 y 21 días de vida hervido, considerado todo un manjar y un gran
afrodisíaco. Yo lo he probado alguna que otra vez, y, he de decir que, exceptuando
la parte del embrión (que sabe a una mezcla de ostras y flemas), si lo acompañamos de
vinagre y sal y lo tomamos recién hervido durante la noche (para evitar ver lo que se está comiendo), he
de decir que sabe mejor que un huevo duro de toda la vida.
Pero ante todo, el mayor problema del país no es otro que la inmensa pobreza que se puede apreciar en cada una de sus calles, especialmente incrementada por el gran número de hijos que puede llegar a tener cada una de esas familias.
El 28% del país vive en la indigencia
Pese a ello, siempre se va a encontrar una sonrisa reflejada en sus rostros. Conocidos mundialmente por su “sonrisa filipina”, su alegría y su hospitalidad, los filipinos son gente realmente humilde y agradable a la hora de hablar. No hay día en que, andando por la calle, muchos de ellos nos saluden con una gran sonrisa llena de naturalidad y, en varias ocasiones, nos pregunten incluso por nuestro nombre o si somos “americanos”.
Sonrisa Filipina :)
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