Una vez acabadas las Navidades con la familia y amigos era momento de volver a “mi hogar” en Cracovia. Al igual que hice a la ida, para la vuelta también debía hacer escala en París aunque en esta ocasión fue durante sólo 2 noches.
Dado que ya había estado en la casa de mi buen amigo
Jean-Gauthier y su familia dos semanas antes, decidí aceptar la
invitación de uno de mis familiares escolapios y dormir en su comunidad de París.
Haciendo combinaciones varias con las líneas de metro
llegué al barrio en la noche, el cual era un lugar marginal donde
abundaban personas de origen subsahariano y árabe. Desde luego, no era un lugar
por donde pasaría un turista o una pareja en luna de miel. Al llegar a la casa,
anexionada con la iglesia, conocí a sus habitantes, la mayoría de seminaristas
de Senegal o Camerún, aunque también había algún sacerdote africano y un único
sacerdote español de unos 65 años de edad.
Desde el primer momento fueron muy
agradables y acogedores conmigo, me dieron de cenar y me ofrecieron una habitación para mí solo. Era una casa muy
humilde y sencilla, con grandes escalones y un suelo de madera chirriante.
A la mañana siguiente, ayudado por
las indicaciones de los seminaristas y de mapas que tenía de París, cogí un
tren de cercanías con dirección a Versailles.
Después de un breve paseo por la ciudad, comenzaba a asomarse en el horizonte el esperado Palacio de Versalles.
Este
es un palacio del siglo XVII mandado construir primeramente por Luis XII pero
verdaderamente ampliado por el “Rey Sol”-Luis XIV- como su lugar de residencia
donde estar apartado de los problemas. Este palacio, junto con sus parques,
jardines y otros aposentos que se encuentran por medio de sus extensiones y que pertenecieron a otros miembros de la
realeza abarcan un total de 800 hectáreas y 20 km de camino. Tanto es así que necesité un día entero para verlo en su
totalidad.
Tras haber
visitado en primer lugar el majestuoso y alucinante Palacio Schönbrunn de los Austrias en Viena, no esperaba poder
encontrar otro igual en Europa que se le pareciese en magnitudes hasta visité Versalles. De hecho, fue
este el modelo que sirvió como inspiración a la dinastía de los Hadsburgo para
levantar sus magníficas réplicas tanto en la capital austriaca como en la española.
Conforme se sucedían los nuevos -y últimos- reyes borbones de Francia, el lugar se iba ampliando y remodelando, llegando a crearse capillas reales o incluso una ópera. Asimismo, también podemos encontrar una "humilde aldea" entre sus jardines creada con la mera finalidad de albergar a sus cortesanos e incluso mansiones de mármol y porcelana que hacían de cuarto de invitados.
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