Al llegar al hostal de Ubud en Bali (Indonesia), pude ver que todos los que ahí nos alojábamos eramos mochileros de todas las nacionalidades que, al igual que yo, estaban descubriendo el país por su cuenta. Y, aunque por el día solíamos estar fuera descubriendo las inacabables maravillas de la isla, al ponerse el sol volvíamos al hostal a descansar mientras compartíamos historias de viaje con alguna cerveza de por medio. Sin duda, estos momentos son uno de los mayores regalos a la hora de viajar, pues descubres personas en tu misma situación y con las mismas inquietudes.
La inmensa mayoría se encontraba recorriendo el sudeste de Asia y algunos otros, como yo, venían de Australia. Pero, indudablemente, la historia que más nos impactó a todos fue la de Jason.
Este hombre llamaba la atención no por ser el de mayor edad del hostal ni quizás el más delgado sino por su inmensa amabilidad y disponibilidad a escuchar y hablar con todo el mundo con total sinceridad, alegría y transparencia. Como si de un niño se tratase Jason irradiaba felicidad y buenas vibraciones y todo el que hablaba con él se quedaba fascinado por la decisión que decidió tomar hace 2 años con su vida.
Nacido en Inglaterra, Jason creó un pequeño negocio de mantenimiento que le ocupaba todo su tiempo. Tanto es así que, debido al gran estrés que implicaba, un día sufrió un fuerte ataque con el que terminó en el hospital. Afortunadamente, todo acabó en un susto pero, tras hacerle un chequeo, los médicos le aconsejaron ponerle freno a aquel ritmo de vida tan frenético para no sufrir posibles derrames o infartos en un futuro peligrosamente cercano.
Fue entonces cuando este hombre se replanteó muy seriamente si seguir con aquel tipo de vida o comenzar una nueva, alejada de todo aquello que le había estado acompañando durante sus 45 años de vida. De modo que el día 31 de Marzo del año 2014, decidió vender su pequeño negocio, cogió su bici, la equipó con un par de alforjas a los lados y empezó a pedalear y pedalear... y pedalear...
Como si de Forrest Gump se tratase, Jason lleva ya recorridos más de 60.000 kilómetros (51.000 km cuando yo le conocí 7 meses atrás en Bali). Su ruta le ha llevado por países tan recónditos y desconocidos como Kazajistán o Irán -del que tiene muy buen recuerdo- y por terrenos tan grandes como China o inhóspitos como las montañas del Himalaya o el gran desierto de Australia. Y, aunque Nueva Zelanda parecía ser su destino final, no acabó siendo así.
Tras llegar a la otra punta del mundo, Jason quedó tan fascinado por lo que había llegado a hacer en apenas 2 años que decidió dar media vuelta y seguir pedaleando; y así, seguir dejándose asombrar por las aventuras que las gentes y situaciones de cada país le regalaban cada día.
Del tal modo, Jason atravesó de nuevo el gran desierto de Australia -esta vez de sur a norte- y siguió pedaleando por el sudeste asiático hasta Bali, donde tuve la gran suerte de conocerle. Allí estuvo unos días "de retiro" buscando la forma de buscar algún remedio para sus curvados y agarrotados dedos a causa de la bici, y también contemplando la idea de abrir un pequeño negocio de sandalias que parece seguir yendo adelante.
Finalmente, cumpliendo con los plazos de los visados del país, Jason continúa su intrépido viaje en Myanmar e India y, tras acabar de visitar toda Asia, Jason pretende hacer lo mismo por todo el continente americano y África.
Nacido en Inglaterra, Jason creó un pequeño negocio de mantenimiento que le ocupaba todo su tiempo. Tanto es así que, debido al gran estrés que implicaba, un día sufrió un fuerte ataque con el que terminó en el hospital. Afortunadamente, todo acabó en un susto pero, tras hacerle un chequeo, los médicos le aconsejaron ponerle freno a aquel ritmo de vida tan frenético para no sufrir posibles derrames o infartos en un futuro peligrosamente cercano.
Fue entonces cuando este hombre se replanteó muy seriamente si seguir con aquel tipo de vida o comenzar una nueva, alejada de todo aquello que le había estado acompañando durante sus 45 años de vida. De modo que el día 31 de Marzo del año 2014, decidió vender su pequeño negocio, cogió su bici, la equipó con un par de alforjas a los lados y empezó a pedalear y pedalear... y pedalear...
Como si de Forrest Gump se tratase, Jason lleva ya recorridos más de 60.000 kilómetros (51.000 km cuando yo le conocí 7 meses atrás en Bali). Su ruta le ha llevado por países tan recónditos y desconocidos como Kazajistán o Irán -del que tiene muy buen recuerdo- y por terrenos tan grandes como China o inhóspitos como las montañas del Himalaya o el gran desierto de Australia. Y, aunque Nueva Zelanda parecía ser su destino final, no acabó siendo así.
Tras llegar a la otra punta del mundo, Jason quedó tan fascinado por lo que había llegado a hacer en apenas 2 años que decidió dar media vuelta y seguir pedaleando; y así, seguir dejándose asombrar por las aventuras que las gentes y situaciones de cada país le regalaban cada día.
Del tal modo, Jason atravesó de nuevo el gran desierto de Australia -esta vez de sur a norte- y siguió pedaleando por el sudeste asiático hasta Bali, donde tuve la gran suerte de conocerle. Allí estuvo unos días "de retiro" buscando la forma de buscar algún remedio para sus curvados y agarrotados dedos a causa de la bici, y también contemplando la idea de abrir un pequeño negocio de sandalias que parece seguir yendo adelante.
Finalmente, cumpliendo con los plazos de los visados del país, Jason continúa su intrépido viaje en Myanmar e India y, tras acabar de visitar toda Asia, Jason pretende hacer lo mismo por todo el continente americano y África.