Podría decirse que
Lee fue la primera persona en hacerme
cambiar la forma de ver las cosas, aunque no sólo él, pues siempre iba con
otros 2 amigos de Canadá que iban con el mismo espíritu viajero: Rob y Max. Los
3 cursaban economía en Victoria (Canadá) y se encontraban realizando un semestre de sus estudios en Cracovia, precisamente en la misma universidad
donde yo estudiaba: la UEK.
Max, Rob y Lee |
Como
decía en el artículo anterior [Cracovia,Primeras experiencias] gracias a los Tandems
y a la abierta personalidad que tenían pude llegar a entablar amistad rápidamente
con ellos -al igual que la mayoría de estudiantes Erasmus-.
Según me contaban, en Canadá es muy típico aprovechar las vacaciones para viajar al extranjero. De hecho, tanto Lee como Max tomaron un break unos años antes de empezar la universidad para dedicarse a viajar por el mundo con el dinero ganado.
En el
caso de Lee, fue a los 14 años cuando empezó a trabajar en empleos tan básicos como los de la construcción, la pesca o la tala de árboles. Curiosamente,
y coincidiendo con el tópico de los
canadienses con barba y camisas a cuadros que cortan árboles, el trabajo forestal está tan bien reconocido en el país que el propio Estado canadiense otorga varias ayudas a sus ciudadanos para incentivar el cuidado
de sus bosques mediante las talas forestales responsables.
La primera vez
que Lee salió al extranjero por su cuenta fue a Cancún de la mano de su hermano cuando apenas tenía 19 años. Al principio no significaron más que unas vacaciones al
paraíso donde lo principal era la fiesta y estar tumbado
en la playa. Pero, conforme fue viajando, empezó a descubrir algo más allá de lo
banal que le ha llevado a ver 23 países con menos de 25 años de edad: Canadá,
EEUU, México, Tailandia, China, Hong Kong, Grecia, Holanda, Reino Unido,
Polonia, Eslovaquia, Hungría, Croacia, Bosnia & Herzegovina, Montenegro,
Albania, Macedonia, Serbia, Alemania, Austria, Eslovenia, República Checa y Ucrania.
Todos estos viajes,
que en algunas ocasiones hacía con amigos y otras por su cuenta, le han
permitido ver países y vivir experiencias que jamás alguien podría expresar con
palabras. Tal y como me decía, lo bueno de viajar con amigos es el poder
compartir y comentar aquellos momentos que más nos llaman la atención. Sin embargo, no siempre parecía ser la mejor opción pues no todos tienen porqué coincidir con la idea
o el estilo de viaje, resultando así difícil planificarse entre el grupo o estar
acorde con las preferencias sobre qué ver.
En uno de sus
viajes decidió cambiar su método de hacer turismo y se fue a China como profesor de inglés durante
un mes, donde al mismo tiempo aprendía mandarín. Esto, según él, le otorgó al
viaje un sentido especial, con un propósito más claro.
Y... ¿Qué es lo siguiente?
De
momento le esperan unos años trabajando de nuevo en Canadá para recuperar todo
el dinero invertido en sus viajes y ganar el de los siguientes. Probablemente
Sudamérica (Colombia, Brasil, Argentina o Ecuador) u Oriente Medio (Qatar,
Israel, Turquía o Egipto). Lo que está claro es que su espíritu aventurero no
parece cesar; el mundo le está esperando.